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El café en “jarro e lata enlozado”: evidencia de una Costa Rica en cambio

La historia del café tomado en jarro de lata enlozado es una historia en la que se cruzan el aguadulce con el café, el período de la Colonia con la República independiente, la economía agroexportadora incipiente con la exitosa vinculación de Costa Rica en el comercio exterior, durante la segunda mitad del siglo XIX.

 

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Cuenta la historiadora Patricia Vega, que la jícara era el soporte privilegiado para tomar las bebidas durante el período colonial. En esas jícaras, algunas labradas con gran estilo y detalle, las familias tomaban el “tibio”, bebida preparada a base del cacao. Este grano, cultivado en fincas en Matina, pronto se convirtió en la bebida de las clases altas, mientas que al aguadulce, o aguamiel, era preparado a partir de la caña de azúcar y  predominaba en las mesas de los sectores populares.

 

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Con la siembra masiva del café, a partir de la década del 1840, la economía y las costumbres costarricenses cambiaron: las carretas que se llevaban el rojo grano de las fincas del centro del país hacia el puerto de Puntarenas, regresaban a la ciudad con telas de zaraza,  para confeccionar los vestidos de las clases populares. Esas mismas carretas, también traían casimires finos,  para las clases más pudientes. Junto con las telas venían porcelanas chinas, en cuyas tazas tomaban el chocolate, y posteriormente el café, las familias de más dinero. Los sectores populares, en cambio, conseguían jarros de lata enlozados en los mercados y pulperías. Estos eran más económicos y duraban más.   Algunos de estos productos eran traídos desde Panamá.

 

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“Los jarros de lata o de latón eran resistentes al fuego, los podías poner a la cocina de leña y los podías ahumar. Con la jícara eso no lo lográs, y con la porcelana era imposible. El jarro de lata se quedó porque era práctico: en él podías calentar y tomar el café, o el aguadulce. Lo podías fácilmente lavar con arena, y sin rayarlo”, cuenta Vega.

 

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Conforme se acercó el último tercio del siglo XIX, el café empezó a tomar auge entre  las distintas clases sociales del país, y los sectores populares empezaron a tomar café en los mismos jarros de lata enlozadas en los que tomaban el aguadulce. De hecho, el café no lo endulzaban con azúcar, sino con dulce de tapa. De alguna manera, tomarse un café en jarro de lata, es como visitar con el paladar ese período de nuestra historia en el que el café empezó a unir el paladar de las distintas clases sociales, al menos en lo que concierne a la bebida del desayuno y de la tarde. El jarro de lata representa ese momento en el que la Colonia empezó a quedar lejos y Costa Rica cambiaba sus costumbres y mentalidad, mientras construía su historia, sus héroes y su identidad, todo esto alimentado por los cambios culturales y económicos que trajo esa bebida que nos “espabiló” a mediados del siglo XIX.

Pinta y Gana

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